Pbro. Adrián Hernández Martínez.                                                                                                                Vicario.

Cada 29 de junio, en la solemnidad de San Pedro y San Pablo, apóstoles, recordamos a estos grandes testigos de Jesucristo y, a la vez, hacemos una solemne confesión de fe en la Iglesia que es una, santa, católica y apostólica porque estos mártires, en su predicación, dieron “testimonio de lo que habían visto y, con un desinterés absoluto, dieron a conocer la verdad hasta morir por ella” (Liturgia de las Horas, III).

San Pedro, fue pescador, “liberado ante todo del sentimiento del fracaso, y esto ocurrió gracias al amor incondicional de Jesús. Aunque era experto en la pesca, varias veces experimentó, en plena noche, el amargo sabor de la derrota por no haber pescado nada (Lc 5,5) y, ante las redes vacías, tuvo la tentación de abandonarlo todo” (Papa Francisco, Homilía, 29 junio, 2021). Estamos “llamados a liberarnos de la sensación de derrota ante nuestra pesca, a veces infructuosa”.

Por su parte el apóstol Pablo, perseguidor de los cristianos, “experimentó la liberación de Cristo. Liberado de la esclavitud opresiva, la de su ego”, lo llevó a amar a sus hermanos. Esto hizo más fecunda su misión evangelizadora. Pablo comprendió que Dios eligió lo débil del mundo para confundir a los fuertes (I Cor 1, 27), que todo lo podemos en aquel que nos fortalece, que nada puede separarnos de su amor (Flp 4, 13). Estamos llamados “a ser libres de la tentación de imponernos con la fuerza del mundo en lugar de hacerlo con la debilidad que da cabida a Dios”.

En la evangelización de estos dos Apóstoles, “manifiestan que son nuestros compañeros de viaje en la búsqueda de Dios; son nuestras guías en el camino de la fe y de la santidad; ellos nos impulsan hacia Jesús, para hacer todo lo que Él nos pide. Invoquemos su ayuda a fin de que nuestro corazón esté siempre abierto a las sugerencias del Espíritu Santo y al encuentro con los hermanos” (Papa Francisco, Ángelus, 29 de junio, 2015). 

En el centro de estos testigos de la fe “no están sus capacidades, sino el encuentro con Cristo que cambió sus vidas. Experimentaron un amor que los sanó y los liberó y, por ello, se convirtieron en apóstoles de liberación para los demás”. ¡Pidamos su patrocinio para que se refuerce entre nosotros el camino de la sinodalidad!

Comentarios
Print Friendly, PDF & Email